El dia que el tiempo se detuvo para ti
Un cruce de miradas... un sencillo cruce de miradas. No hizo falta nada más para alertar nuestros sentidos de la atracción. Irresistiblemente nos acercamos, las fuerzas inamovibles de la física mezcladas con la química que producía mi hambrienta mirada sobre tus ojos con sed de algo más. Así te conocí, y ese día... el tiempo se detuvo para tí.
Todo transcurrió como un
huracan, un vendaval de sensaciones y emociones, era el aire que hacia
girar en vuelcos tu corazón cada vez que rozaba tu cuello con mis
labios, para susurrar a tu oido lo afortunado que me sentía de haber
hecho caso a Jose aquella noche. Oia con tu cabeza apoyada sobre mi
hombro como tus labios se entreabrian, y respirabas exhalando un suspiro
de deseo que colmaba mis sentidos con uno casi animal. Mis manos
apretaban tu cuerpo mientras mis palabras morian en besos y mordiscos en
tu cuello. Mi respiración por tu respiración, mi saliva por la tuya, mi
excitación contra tu cuerpo, por la tuya humedeciendo mis dedos.
Con un movimiento mi mano se
habia deslizado por debajo de tu ropa y ascendiá por tu espalda,
desabroché tu sujetador mientras mis labios y dientes mordían tus pechos
sobre tu escote. Te desnudé lentamente, como desnudan los vampiros a
sus victimas completamente indefensas en sus brazos, te entrelazaste
contra mi cuerpo y tu piel brillaba con la misma incandescencia que
ardia tu deseo, tiré de tu pelo hacia atrás y descubriendo tu garganta
la seguí con mi lengua hasta tus labios, mordiendo y lamiendo a su paso,
atrapandolos como si fueran un juguete, con hambrienta fruición para
luego sanarlos con el balsamo de mi saliva, arrodillandote con la boca
entreabierta y la respiración jadeante derrame otra tanta y esta se
deslizo por tu garganta como si fuera el nectar de un Dios. Tus manos
cayeron inertes con las palmas hacia arriba sobre tus rodillas
separadas, tus piernas entreabiertas destacaban con un suave brillo
humedo que inundaba mis sentidos, complacía a mi vista, complacía a mi
olfato de lobo hambriento y complacería a mi tacto, pero aun no... aun
no...
Me separé de tí, la separación
se dibujo en angustia sobre tu hermoso rostro, no podías articular
sonidos coherentes, gemiste con una mezcla de deseo y rabieta de niña
pequeña que es castigada injustamente. Pero yo parado delante de ti te
miraba desde arriba, con una fuerza irresistible en la mirada, con los
labios entreabiertos, pasando la punta de mi lengua sobre ellos con una
sonrisa que dejaba al descubierto mis colmillos, y en verdad te parecía
un depredador, una bestia jugando con su victima, juzgando donde debería
hundir sus dientes para tomar el primer jugoso bocado de una pieza
cobrada con sus letales instintos. Notaba como temblabas, y no era frío,
eso lo sabía de buena mano nunca mejor dicho, tampoco eran nervios,
estabas justo donde querias estar, justo como yo quería que estuvieras,
eras la gacela que finalmente asumía su naturaleza, la de caer bajo el
majestuoso peso del león. Vendé tus ojos y te privé de uno de tus
sentidos más primarios. Mis pasos te rondaban, te desubicaban
completamente, no sabias si de pronto estaba delante o estaba detrás, si
me habia alejado o si te habia dejado en aquella pose, sometida,
condenada a derretirte lentamente como una sumisa muñeca de cera. Mi
leve contacto te hacía cerrar los ojos y dejar escapar una lenta y
profunda respiración de satisfacción por volver a sentirme cerca, jugaba
con todo aquello, lo disfrutaba y te lo demostraba con una risa suave y
perversa que te clavaba la puntilla en lo mas hondo y hacia que te
mojaras toda. Mi aliento proyectado sobre tu oido y mi voz desataron el
infierno -¿Como estas perra? Tu respiración contenida se desbordó, tu
pecho comenzó a subir y a bajar tan mojado como tu coño y de tus labios
se escapó la respuesta adecuada -Estoy... abierta para usted mi Amo.
01.10
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